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Los orígenes
preferiríamos no afrontar; nos vemos conducidos a una región de terrenos desconocidos, en la cual nos prohibimos a nosotros mismos ingresar salvo en raros momentos de audacia imaginativa. Nos preguntamos si es que lo que vamos a encontrar no serán especulaciones que carezcan de conexión con nuestro mundo. Peor aún, ¿estamos quizá ingresando a esa esfera crepuscular que seduce a nuestra generación apartándola de sus obligaciones en el aquí y ahora? No es casual que de entre los primeros estudiosos jesuitas, pioneros en difundir en Europa la cultura china, aquellos que se preocuparon por comprender el Libro de las Mutaciones fueran llamados locos o herejes. De hecho, ni para los mismos chinos el estudio del I Ching es algo que se deba tomar a la ligera. Por una ley no escrita, sólo aquellos de edad avanzada se consideran a sí mismos aptos para empezar a descifrarlo. Se dice que Confucio tenía setenta años cuando entró por primera vez en contacto con el Libro de las Mutaciones.
Si, no obstante, nos hemos decidido a dedicarle algunas horas a este libro, es porque tenemos importantes razones para ello. Un libro que ha gozado de tan buena reputación entre los hombres que determinaron los destinos de China, y que comenzando por Leibniz (profundizaremos al respecto más adelante) ha tenido tanta influencia en las mentes más brillantes de Europa, tendrá también algo que ofrecernos a nosotros. Si de este modo obtenemos gracias a él algún insight de las mentes de quienes nos acogen en este país cuyos huéspedes somos, eso en sí mismo será toda una recompensa. Y si, más aún, de ello se deriva no sólo comprensión sino también genuina iluminación, nuestro intento de estudiarlo se verá plenamente justificado. Haremos bien, sin embargo, en conservar en la mente nuestras dudas a lo largo del proceso, y no suprimirlas. De esta manera evitaremos cualquier exceso de entusiasmo y los efectos resultantes.
Echemos primero una mirada a la apariencia y composición del Libro de las Mutaciones con el fin de obtener una idea general del material que vamos a discutir. El libro se basa en sesenta y cuatro hexagramas, esto es, en sesenta y cuatro figuras o complejos de seis líneas cada una, las cuales pueden ser trazos enteros o partidos. Estos hexagramas forman el punto de partida de lo que el libro tiene para decir. Más adelante trataremos en detalle con el significado de cada una de estas líneas y con la manera en que están agrupadas. Los complejos lineales o hexagramas simbolizan diversas situaciones, y están caracterizados por los nombres a ellos asociados. Los nombres nos llevarán a la esfera de acción del libro. Encontramos imágenes que representan las necesidades primarias del hombre –por ejemplo, Las Comisuras de la boca[1], que simbolizan la nutrición- y también imágenes que muestran la evolución de la personalidad: La necedad juvenil, La revolución (La Muda), La mordedura tajante, La posesión, El retorno (El tiempo del solsticio, El punto de inflexión), El impedimento, La opresión, El aquietamiento [La entereza], La espera, La merma, La retirada; luego La resolucion [Abrirse paso], La subida [El empuje hacia arriba], La evolución (El progreso paulatino), El incremento, La plenitud [La abundancia], y (las últimas dos imágenes) Antes de la consumación y Después de la consumación. También hay situaciones extraídas de la vida social: La desposanda (La muchacha que se casa), El clan, El pozo de agua, La comunidad con los hombres, La solidaridad (El mantenerse unido) [La unión], La aproximación, El influjo (El cortejo), Acudir al encuentro, El seguimiento, El poder de lo grande, La paz; pero también La oposición y El conflicto. Más aún, también se señalan los rasgos del carácter individual: La modestia, La gracia, La inocencia, El entusiasmo, La verdad interior. Finalmente, encontramos imágenes con significados suprapersonales: El fuego (Lo adherente), Lo suscitativo (la conmoción, el trueno) [El despertar], Lo suave (Lo penetrante, El viento), Lo sereno (El lago) [Lo festivo], y, sobre todo (los dos primeros hexagramas), Lo creativo y Lo receptivo.
Los hexagramas y sus nombres proporcionan el marco del tema en cuestión discutido en el Libro de las Mutaciones. Varias categorías de Textos desarrollan en detalle el material. Al inicio de todos los hexagramas encontramos un breve texto, a menudo rimado, llamado T’uan, una palabra que originalmente significa “cabeza de cerdo” y que ha sido tentativamente traducida como “juicio” o “decisión” (el dictamen). Este juicio resume la situación, lo que uno podría esperar de ella, y sus principales atributos.
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Páginas: 239
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